sábado, 20 de noviembre de 2010

SEÑOR DIOS

En alguna parte del cielo, yace el niño de las 10 vidas. Tiene una piel morena y suave, es inteligente, culto, viejo y joven. Una vez, el niño tocaba su guitarra mientras tomaba su dosis diaria de veneno, ¿inspirándose en Kurt, tal vez? O en el mundo irracional que esa sustancia le hacía vivir y respirar. ¡Qué bien hacia sentirse poderoso, feliz, al lado de tu mejor compañera: la guitarra! Ella es quien habla por él, porque el no cuenta sus sentimientos ni los expresa; como todo un ventrílocuo, la hace hablar, contar su dolor, sus amores… Pero algo hace que el niño deje de manejarla, comienza a actuar como poseído y se retuerce, trata de ganar aún cuando sabe que ya esta vencido, y eso es lo que hace que el sea valiente: sus ganas de vivir, a pesar de su lucha interna constante. Suficiente.El niño mira al cielo y se estremece, comienza a sentir una cierta ternura hacia la vida. Porque a pesar de la demencia que lleva adentro, la imagen del Sol rojo con las nubes violetas danzando a su alrededor, le produce una patética sensación de alegría. El atardecer le parece un milagro de vida, que vivió tanto siendo tan joven. Porque pareciera que el Sol se convierte en la verdadera causa del fin del mundo, con ese rojo ira que torna en ese momento de la jornada, pareciera que estuviera por quemarlo todo, ya que sus llamas se ven por todo el firmamento y se reflejan en la Tierra; pero el niño  siente una tranquilidad bizarra,  porque el no escucha gritos de auxilio ni llantos desesperados. PERO IGUAL ES EL FIN DEL MUNDO, y observa como las almas de lo que fue una vez la especie humana, se elevan al cielo. Entonces, descubre algo, no existe El Paraíso ni El Infierno, ni el Purgatorio; no, nada de eso. Se acerca aún mas para apreciar el escenario de la evidencia, al mismo tiempo que sonríe por acertar en dejar atrás la religión. Cuando las personas eran “quemadas” por las llamas y fallecían, salía de sus cuerpos carbonizados, una especie de humedad, de vapor... Que luego ascendía hasta el cielo y se quedaba allí, primero es invisible y luego, junto con las demás almas, tiende a formar nubes.”¡¿Nosotros somos, después de muertos, nubes?!” Pensó. Suficiente.En la tercera vida que voy a relatar, el niño se divierte con su hermano corporal. Juntos, poseen mujeres, queman cosas, se embriagan hasta sentirse dueños del cosmos. Pero deja de sonreír cuando aparece su verdadera hermana, su hermana de alma, aquel ser mágico que posee el mismo espíritu que él… Se le acercan unas ganas de hacerla suya, de ver las facciones de su rostro mientras está dentro suyo. La hermandad que los une no fue compartir el mismo vientre de donde fueron engendrados, sino tener el mismo dolor. Ella es la única persona que lo comprenderá para siempre, no habrá otra, capaz que eé se tope con psiquiatras que le prometan un futuro favorecedor a partir de medicamentos milagrosos; o mujeres que le prometan la mejor experiencia sexual de su vida; pero no, nada se comparará con su hermana de alma, porque ella le dio lo qué jamás recibirá de alguien mas: cariño, caricias, amor del verdadero, y lo mas importante para el niño: comprensión. Él llora por miedo a no volver a verla y dejar recibir eso que no sabe como llamarle o describirlo. Suficiente.El niño regresa de su extraña alucinación y cae en la amarga realidad. Esta solo, en un viaje largo y escaso de interés. Excepto por la ventanilla del avión, donde logra visualizar una silueta. “Es ella”, pensó. “Es ella, mi hermosa niña muerta, convirtiéndose en una nube. La vida nos unió una vez más, hasta en el fin de la vida de ella”.
El avión a los pocos segundos se estrella a causa de una extraña neblina.
Fue el final de Mr. Gosh  y su musa. Y eso para mí, es suficiente.       

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